Claro ejemplo del poder de la
mente sobre el cuerpo y de la pasión por explorar sus límites es el artículo
cuyo link al pie de este post os invito a leer y que me parece un magnífico ejemplo de como poner la inteligencia al
servicio del rendimiento físico puede producir resultados tan asombrosos como
el de Miguel Lozano.
A mi en particular, me ha motivado
a escribir sobre un tema subyugante y todavía poco explorado: de la misma forma
que entrenamos nuestras capacidades físicas también podemos entrenar la mente
para que nuestro cuerpo de más de si. Según el eminente médico y fisiólogo americano
Noakes y autor de uno de mis libros de entrenamiento favoritos, “Lore of
Running”, la mente cuida del cuerpo y evita que lo llevemos al límite guardando
un margen de reserva: siempre se asegura de que hagas lo que hagas, sea con
seguridad (perdón por la redundancia). Esto podría interpretarse como que con
entrenamiento siempre podremos esforzarnos un poco mas.
Ya hace más de medio siglo Sir
Roger Bannister, el primer hombre en correr la milla por debajo de 4 minutos
allá por 1954, demostró que los factores psicológicos determinan mucho más la
victoria que los fisiológicos puesto que el sólo podía entrenar su cuerpo una
hora al día y carecía de la habilidad física natural de muchos de sus
competidores de la época. Ahora bien había aprendido a observarlo para
entenderlo como estudiante de medicina que era y a ese estudio le dedicaba
muchas más horas. Según Noakes el éxito de este atleta se debía
fundamentalmente al entrenamiento de su intuición: Bannister trabajaba su
cuerpo para ponerlo al servicio de la mente. Hoy tenemos bastantes ejemplos en
el deporte de élite que refrendan esta teoría (Nadal, el ciclista Wiggins o el
marchador Paquillo Fernández), aunque todavía muchos más sigan trabajando el cuerpo
de manera desproporcionada respecto a la mente o digamos que no lo hagan de
manera sincronizada.
Cada vez son más las
investigaciones que confirman que el rendimiento físico está limitado por la
percepción ante el esfuerzo más que por factores cardiovasculares o
musculo-energéticos. Una mente no entrenada se rinde enviando señales al cuerpo
para que cese la actividad, mucho antes de que éste muestre indicadores reales
reveladores de agotamiento. Sino, ¿de qué forma podemos explicar esos últimos
kilómetros en una maratón? Ese esfuerzo sería imposible si estuviéramos vacíos.
Por tanto no sólo podemos, sino que debemos entrenar la mente para forzar un
poco más a nuestro cuerpo. Tal y como sugiere Noakes: “si quieres ser
competitivo tienes que aprender a convivir con la incomodidad y el esfuerzo”. Y
no solo se refiere a los profesionales que pueden dedicarse a esto todo el día.
Para el resto de los mortales ese estrés o incomodidad viene de serie
simplemente con las obligaciones de la vida cotidiana que llevamos. Pero ¿cómo
podemos afrontarlo?
Cuestión de prioridades
Si queremos entrenar o correr
como es nuestro caso, tenemos que desarrollar la habilidad suficiente para
decidir el orden de las diferentes tareas diarias que nos ponemos. Y para
ello tendremos que renunciar a algo
puesto que nuestras reservas físicas y mentales no son infinitas: si actuamos
como si fuéramos un saco sin fondo al que ir añadiendo cosas al final nos
romperemos. Afortunadamente tenemos un sentido común que intentará impedirlo
antes por medio de diversas alarmas que hay que saber escuchar.
Cuestión de compromiso
Si entrenar ya está a la cabeza
de nuestras prioridades, lo siguiente es integrarlo en nuestra rutina cotidiana
y eliminar todas las distracciones posibles: sea hacer los deberes con nuestro
hijo, socializar con amigos, que haga un día de perros o que tengamos que entregar
un informe: si decides que a las 6 de la mañana, por ejemplo sales a correr, lo
cumples sin pensar más. No te desgastas pensando cuando será el mejor momento,
eso ya está decidido de antemano. Y cuanto antes des salida a tus prioridades
mejor. En este sentido pongo como ejemplo a los runners de mi clase de los
lunes a las 20.00h. Cuando puse esta clase el año pasado pensé que no iba a
venir nadie puesto que es el primer día de la semana y era bastante tarde y todavía
estamos perezosos tras el fin de semana: muy al contrario, se ha convertido en
una de las clases más populares porque no lo piensan, según ellos mismos
declaran “voy antes de que se me complique la semana con otros líos; además
venir tiene el plus adicional de haber hecho algo motivante para mi”.
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Primera clase de la temporada de invierno de Running Mothers: lunes con lluvia y viento, 20.20h, 3/11/14 |
Cuestión de práctica
Está claro que esto no se
consigue de un día para otro: necesitamos darnos un tiempo de transición para
acostumbrarnos y, al igual que el buceador, lo que inicialmente nos resulta estresante, poco a poco se irá
normalizando en nuestra vida. Cuando nos sometemos de forma voluntaria al
estrés de trabajar y entrenar de forma cotidiana tenemos mejor capacidad para
afrontar las otras fuentes de estrés que asaltan tu vida, según señala Noakes quien
como mucho otros autores y deportistas, añade que este entrenamiento cimenta tu
autoestima y la confianza en lo que haces.
La práctica nos aporta seguridad
para afrontar el estrés. Si crees que puedes hacerlo, lo harás. Yo pienso que
lo complicado es precisamente creérselo: hay que apostar por uno mismo y tener
cierto espíritu de aventura. Después centrarse y tener la disciplina para
estructurar nuestra vida en torno a ese objetivo prioritario. Y eso no es
fácil. Pero si apasionante cuando tomas la decisión.