Al
borde del otoño, la mayoría con los niños neutralizados en el cole, poco a poco
retomamos la rutina en los otros ámbitos importantes de nuestra vida y entre
ellos la actividad física y la carrera. Ahora, antes de que el día a día nos
devore, es cuando tenemos que aprovechar la energía del verano para canalizar
nuestras ilusiones e intentar materializarlas en objetivos concretos de la
temporada con ayuda del entrenador/a: correr nuestro primer 5K ó 10K, mejorar
alguna capacidad física (resistencia, velocidad, fuerza…), o simplemente correr
2 veces a la semana con regularidad.
Una vez tengamos eso claro, queda lo más
difícil y lo más bonito: llevarlo a la práctica construyendo para ello un
hábito. De la misma forma que lo hacéis en el trabajo de forma tan eficaz,
podéis hacerlo aquí con esta parte de vuestro “tiempo libre”. Entrecomillo
estas últimas palabras porque me parece que deberíamos contemplar la práctica
deportiva como una obligación o mejor como una responsabilidad necesaria para
poder seguir rindiendo lo mejor posible en nuestro entorno familiar, social y
laboral. Así evitaremos los cargos de conciencia que nos torpedean a menudo y
que se convierten en una excusa moral para no salir a correr por ejemplo,
porque “tengo que revisar deberes, terminar el informe o hacer la compra”: vale
mas la felicidad que podáis transmitir a vuestra vuelta que el mejor cocido.
Nuestro sentido común nos ayudará a elegir bien sin duda.
Por
tanto tenemos un cheque en blanco que hay que aprovechar y merece la pena
dedicarle un tiempo a pensar en nuestro plan anual que podrían ser dos si nos
centramos en el ámbito del entrenamiento atlético, donde hay dos temporadas:
invierno (fin septiembre-marzo) y verano (abril- septiembre) que nos cuadra
seguir sea cual sea nuestra pretensión. A partir de aquí hay dos opciones: podemos establecer un
programa o unas pautas que con una periodicidad quincenal, mensual o trimestral nos permitan conseguir ese objetivo/s (no más de dos para no
distraernos o estresarnos) con ayuda de un entrenador. La diferencia es que el programa refleja el trabajo específico a realizar cada día y las pautas son orientaciones generales: elegir uno u otro es una cuestión muy personal y depende de la importancia que queramos darle a nuestro entrenamiento. En
cualquier caso, ahora es época de correr suave, de trabajar mucho la condición
física general poniendo poco a poco los distintos grupos musculares que
accionarán de forma correcta el engranaje de nuestra máquina. Estamos sentando
la base sobre la que progresar sin lesionarnos, de identificar nuestros puntos
débiles e incidir especialmente en ellos (por ejemplo si nos falta fuerza,
haremos sentadillas, por simplificar; si lo que buscamos es mejorar la
resistencia correremos más largo). Es una forma lenta, pero segura de progresar, la mejor
desde mi punto de vista. En nuestra sociedad actual “lento” es un adjetivo
peyorativo que implica pérdida de eficacia al menos a corto plazo, pero a veces
hay que esperar a que el guiso coja sabor o a la fruta que madure de forma
natural ¿no os parece? Y disfrutar de este maravilloso proceso de adaptación al
ejercicio que es el entrenamiento tiene su punto: ir reencontrándonos con
nuestro cuerpo y descubrir sus extraordinarias capacidades no sucede de un
día para otro. Lo apasionante es
comprobar la evolución a lo largo del tiempo. Y para ello es indispensable que el entrenador mantenga motivados a los deportistas en su empeño y aporte para ello todas las herramientas de que disponga, pero... ¡no olvidéis que el
reto está en vuestras manos!