martes, 10 de mayo de 2016

Fenómeno costumbrista


Contra toda lógica, el pasado domingo casi 21.000 mujeres cruzaron la meta de la Carrera de la Mujer de Madrid que registró 32.000 inscripciones (pero podían haber sido muchas más ya que se agotaron en menos de una semana). La cifra es admirable si se tiene en cuenta la intensa lluvia que apenas dio tregua durante la mayor parte de la mañana y que no  pudo con el entusiasmo femenino de todas las que allí estábamos por una causa u otra. Y es que no hay nada como tener una causa tan loable como la lucha contra el cáncer de mama para echarse a la calle. Las anchas calles del centro de la capital en el recorrido urbano más bonito posible se quedaban estrechas, sobre todo cuando los paraguas de muchas de las andarinas entraban en reñida competencia con las corredoras cuya agilidad y reflejos en los arriesgados regates harían palidecer a más de un futbolista. 

Algunas de las escenas presenciadas o relatadas por algunas de las 40 Running Mothers participantes no dejan lugar a duda: este encuentro socio-deportivo es mucho más que una carrera y desde luego tiene poco que ver con el resto de competiciones atléticas populares. Si en 2015 disfruté como nunca con apenas 5 ó 10 corredoras delante y Madrid se abría espectacular y sin coches a mis pies, este año lo viví no con menos intensidad, con miles de mujeres delante sin apenas sitio para poner el pie delante y pretendiendo correr ¡jaja! entre la enorme marea rosa que avanza lenta pero inexorablemente hacia su destino final: esa inyección de autoestima que provoca haber ayudado a alguien o haberse demostrado a sí misma que una puede ser capaz de correr o caminar 6,3 km. 

El entusiasmo popular de esta convocatoria que no ha dejado de crecer desde su creación en 2003 por el joven equipo de la editora de revistas Motor Press Ibérica hasta llegar a las 118.000 participantes en varias ciudades españolas en lo que es hoy el evento deportivo femenino más grande de Europa, se contagia y me anima a reflexionar sobre la evolución de esta “carrera” en cuyas primeras ediciones éramos apenas 800 corredoras hasta lo que quizás hoy podría denominarse desafío: ¿cuántas mujeres han empezado a hacer deporte gracias a la Carrera de la Mujer? No tengo la cifra, pero todos conocemos a algunas. 

Si hay un dato muy curioso: Paqui Moreno que figura en la clasificación general en la posición 9.668 invirtió una hora en completar el recorrido. Esto quiere decir que lo hizo a un ritmo de 10 minutos el kilómetro: es decir caminando a buen ritmo. Si tenemos en cuenta que hubo 20.737 participantes que finalizaron la prueba según la misma fuente, podemos concluir que las restantes 11.069 que entraron después lo hicieron también caminando a menor o igual ritmo. ¡Es decir más del 50%! Para desesperación de algunas de mis Running Mothers que pretendían al igual que muchas otras correr sin demasiadas alteraciones creyendo que se iban a respetar los cajones por tiempos: “pero si viene en el reglamento” se lamentan. “Pero ¿tu crees que ellas se lo han leído?” les respondo divertida. “A lo que no hay derecho es a que haya una fumando en el cajón Sub 35’…” y es que somos así: hay que tener paciencia ante el todavía escaso nivel de cultura deportiva de este bendito país. Y es que por poner un ejemplo que me parece elocuente, en el INEF de Madrid, creado en 1960 no hubo mujeres estudiando hasta 1977, para hacernos una idea.

Porque en ninguna carrera popular en la que siempre salen lógicamente los que más corren delante (casi siempre hombres), suele haber situaciones de chiste del tipo del que hace una experimentada a la novata que se pone en jarras a 30 metros de la salida: “Señora, esto va por tiempos… / Pues bonita yo llevo esperando aquí mucho tiempo, como una hora”. Y así seguro que habrá muchas más anécdotas. Porque otro dato curioso es la edad: en esta edición hubo un 63% (estimado) de participantes veteranas (mayores de 35) frente al 28% que tenían entre 19 y 34. Y otro dato para alegrarse: un 4% de adolescentes entre 12 y 15 años… atraídas por las ofertas de los patrocinadores probablemente, pero allí estaban moviéndose y pasándolo bien.
De mis amigas atletas, había muy pocas o las que iban ya sabían lo que había, pero ellas ya están enganchadas al deporte y saben que no es su evento tanto como el de las que empiezan a coger el hábito. Eso pensaba yo, según intentaba tranquilamente avanzar tras haber perdido a mi hija y amigas adolescentes entre la muchedumbre instantes antes de la salida hacia la cabeza de la carrer. Oía a mis espaldas que decían con cierta admiración: “Mira esta va a correr” ¡como si fuera excepcional y realmente lo era! y entonces me eché a reír, me relajé por completo entregándome a mi faceta más querida como corredora popular, la de animadora. Y es que la Carrera de la Mujer es mucho más que eso, es un amalgama social increíble que bajo ninguna otra circunstancia se mezclaría y que hay que vivir para creer: un canto a la diversidad femenina (¡con los hombres al margen por una vez!), y una válvula de escape para muchas que son el motor de sus familias. 

Un trozo de vida que a Velázquez seguro que le hubiera gustado pintar desde algún balcón de la calle Princesa.