¿Te has
parado a pensar que quizás la causa de que estés estancada en tu evolución como
corredora o de que te lesiones se deba a que no estés entrenando de forma
adecuada? Cuando empezamos a correr la mejora es muy notoria y por tanto
gratificante. Pero pasados unos meses o un año, si hemos sido regulares en la
práctica deportiva conviene tener en cuenta tres principios clásicos del
entrenamiento a los que yo añado un cuarto que he aprendido con la edad:
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Individualización: la rutina que te conviene a ti,
puede que no sea la más adecuada para tu amiga o viceversa ¡no te compares!
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Distribución de cargas: si un día entrenas fuerte al
siguiente hay que descansar o correr suave (si corres, que sea a ritmo regenerativo
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Progresión: hay que subir volumen e intensidad
de entrenamiento poco a poco. Con paciencia, constancia y confianza en tu
entrenadora, te sorprenderán los resultados
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Variedad de estímulos: la mejora del rendimiento en la
juventud viene por la intensidad y la repetición de los gestos más afines a
nuestro deporte. Sin embargo en la madurez (a partir de los 35-40 años), viene
por buscar el equilibrio entre los distintos grupos musculares que además nos
ayudará a evitar el desgaste articular, insistiendo en tres aspectos:
§ la fuerza
§ los estiramientos
§ práctica de otros deportes afines.
En el caso de los corredores, por ejemplo yo recomiendo: natación, bicicleta o
esquí de fondo.
Y
aprovechamos para recordar la importancia de realizarse una prueba de esfuerzo,
que al contrario de lo que se piensa no tiene por qué resultar muy cara. En
muchos polideportivos municipales las hacen por menos de 50 euros, ya que para
nuestra salud no necesitamos pagar por el consumo de gases (esto es necesario
sólo si queremos saber nuestro consumo máximo de oxígeno, variable a tener en
cuenta para entrenamientos muy avanzados). Esto nos ayudará a descartar
posibles cardiopatías y sobre todo a entrenar con tranquilidad, dándonos parámetros
interesantes sobre nuestros umbrales de esfuerzo.